El sector agroalimentario constituye la segunda actividad con mayor peso estratégico en las exportaciones españolas, alcanzan los 45.877 millones de euros en 2018. Sin embargo, sus principales representantes llevan años mostrando su preocupación, debido a un estancamiento de su desarrollo.
Por ejemplo, el pasado ejercicio, las exportaciones solo crecieron un 0,2%, frente a un crecimiento récord de las importaciones de un 1,2%, hasta alcanzar los 35.059 millones de euros.
Esto es solo uno de los ejemplos de las tendencias que están afectando a la evolución del sector, tanto de forma positiva como negativa.
Digitalización de la agricultura
El informe “La Transformación Digital del Sector Agrario Español”, publicado por COAG lleva a cabo un intensivo análisis del estado de la transformación digital del sector, así como de las principales barreras y oportunidades que tiene frente a sí.
De acuerdo con este informe, el proceso de digitalización de la agricultura permite que las explotaciones agrarias se acerquen a los consumidores con información más precisa, mejoren la productividad y optimicen la toma de decisiones.
Ahora bien, el acceso a Internet aún representa un reto en las zonas rurales. Si a esto se añade la falta de formación, el envejecimiento poblacional de los agricultores y la posible dependencia de los proveedores de tecnología, resulta evidente que la transformación digital necesita un mayor apoyo.
Cambios demográficos y económicos a nivel mundial
Según el informe “El futuro del sector agrícola español”, elaborado por PwC, entre los años 2000 y 2016, España pasó de contar con una cuota de producción mundial agrícola del 1,9% al 1,3%.
Sin embargo, otros países como Rusia, Brasil, India y, especialmente, China han experimentado un crecimiento notable en su cuota de producción. El mayor gigante asiático, por ejemplo, aumentó desde el 21,8% hasta el 24,8%. Estas cifras resultan aún más sorprendentes, teniendo en cuenta que China dispone de menos del 9% de la superficie mundial de cultivo, y ha logrado abastecer a la cuarta parte del planeta.
Esta alteración del status quo se debe tanto a un progresivo crecimiento poblacional en las potencias emergentes, como al propio cambio económico que está teniendo lugar a nivel mundial.
En particular, el caso de España es especialmente complejo y preocupante. Sus habitantes tiene una esperanza de vida superior a la media europea, pero la tasa de natalidad es muy reducida. Se estima que, para el año 2030, nuestro país no solo habrá perdido medio millón de habitantes, sino que será el tercero con más ancianos del mundo.
A esto, hay que añadir un progresivo despoblamiento rural, lo que dificultará aún más el desarrollo del sector agrícola español y el contacto con el consumidor.
Sostenibilidad económica, social y medioambiental
Precisamente, comenzábamos este artículo aludiendo a un preocupante cambio en la balanza comercial de las exportaciones del sector agrícola.
El mencionado informe de PwC, ha puesto de relieve que los agricultores perciben su porvenir en clave negativa. Concretamente, el 62% y el 17% tienen una mala o muy mala perspectiva sobre el futuro del sector.
Los principales motivos señalados son el incremento de los costes, la pérdida de producción y competitividad, y el aumento de las resistencias a herbicidas, fungicidas e insecticidas, como consecuencia de la limitación en la utilización de productos fitosanitarios en explotaciones agrícolas.
En consecuencia, es necesario abordar un enfoque holístico que permita garantizar la sostenibilidad económica, social y medioambiental del sector.
Por un lado, se ha de apostar por políticas que permitan aumentar la productividad y eficiencia, con una clara orientación al consumidor.
En este sentido, la ya mencionada digitalización, la creación de ecosistemas agro-tecnológicos, la investigación en productos de sanidad vegetal, y la innovación focalizada en la diferenciación del producto, constituyen claves y oportunidades para el sector.
Por otro lado, resulta ineludible la creación de un plan para dotar a los municipios rurales de infraestructuras y servicios, que garanticen la calidad de vida y el desarrollo de la industria agrícola. Obviamente, la creación de programas formativos e incluso el apoyo financiero a los emprendedores rurales serían también importantes palancas de desarrollo.
Finalmente, el sector necesita dotarse de la tecnología ya disponible para reducir el impacto de su actividad en el cambio climático, y crear una economía más circular, en la que los residuos vuelvan a introducirse en el proceso productivo.
Lectura recomendada: