Según el último Índice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos (IPOD), publicado por la Asociación Agraria Coag, la diferencia entre los precios de los productos agrícolas y ganaderos, en origen y en destino, se ha multiplicado durante el primer semestre del año a un ritmo preocupante. Concretamente, el incremento medio del precio de origen, respecto al precio para el consumidor, se ha multiplicado un 424%.
No obstante, hay una notable diferencia entre los productos ganaderos, con un incremento del 279%, y los productos agrícolas, que parecen mucho más afectados por la inflación, con un aumento del 460%.
Diferencias de precios de los alimentos entre origen y destino
Esta espiral inflacionista ha protagonizado la primera mitad del año de una forma constante. Durante el primer trimestre, los incrementos en el sector de la ganadería se notaron especialmente en la carne de cerdo, que se pagó en el supermercado un 408% más que al ganadero. Sin embargo, las carnes de ternera y pollo tampoco se quedaron atrás, cuyos precios fueron 219% y 167% más costosos en los supermercados frente al precio del productor.
El sector agrícola también protagonizó destacadas diferencias:
- 363% más en las alcachofas
- 360% más en las acelgas
- 260% más en los calabacines
- 241% más en las berenjenas
Ya con las cifras de cierre del primer semestre se ha podido constatar que las diferencias no solo no se han reducido. Es decir, el acumulado de lo que va de año continúa aumentando:
- 865% más en las naranjas
- 749% más en el ajo
- 629% más en la zanahoria
- 575% más en la ciruela
- 511% más en la lechuga
- 503% más en la sandía
- 456% más el brócoli
- 398% más en el limón
- Y 294% más en la aceituna
La inflación como factor determinante en la subida de los precios de los productos
Evidentemente, la inflación es uno de los principales factores que están contribuyendo al abultado desfase entre los costes de producción y los precios de venta al público. Esta es una tendencia que comenzó en el segundo semestre de 2021 y que ha continuado, con paso firme, durante el presente ejercicio. De acuerdo con la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el IPC se ha situado recientemente en el 10,2%. Se trata de la mayor cifra de los últimos 37 años.
Por otro lado, vale la pena señalar que esta espiral inflacionista también ha supuesto un notable aumento de la facturación dentro del sector de consumo. Sin embargo, esto no es sinónimo de mayor beneficio, pues los márgenes se han contenido.
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Como ya hemos señalado en anteriores artículos, el origen de esta espiral inflacionista tiene múltiples ramificaciones, entre las que destacan:
- El encarecimiento del flete marítimo, que ha traído de cabeza a la mayor parte de países occidentales dependientes del suministro asiático.
- El aumento de los precios de la energía, que se han disparado vigorosamente, amenazando la sostenibilidad de múltiples sectores.
Esta situación ha sido objeto de un airado debate político, con la facturación del sector eléctrico como telón de fondo.
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Sin embargo, el modelo energético ha sido sometido a un importante estrés desde múltiples frentes. El déficit energético español, la dependencia de las centrales de ciclo combinado alimentadas por gas natural, y el encarecimiento de esta materia prima son solo algunas claves a tener en cuenta.
Guerra en Ucrania
Por su parte, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha obrado como acelerante de la crisis inflacionista. Sobra decir que gran parte de Europa depende del gas natural proveniente de Rusia. Las sanciones impuestas a este país, en respuesta a la ofensiva militar, suponen un importante hándicap en términos energéticos.
La Unión Europea cuenta con un ambicioso plan de transición hacia las energías renovables. Sin embargo, su despliegue no solo resulta muy costoso. También llevará varias décadas, durante las cuales, productores y consumidores, seguirán a merced de las fuentes de energía convencionales.
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Posible caída de la demanda
Aún es pronto para extraer conclusiones. Especialmente, teniendo en cuenta que estamos hablando de la compra de alimentos básicos. Sin embargo, una prolongación de esta tendencia podría terminar propiciando una contracción de la demanda.
A modo de referencia, el barómetro de consumo de IRI ha detectado una caída del 3% en la demanda de productos de perfumería e higiene.
Con esto cabe preguntarse si este movimiento de los consumidores puede trasladarse también a los productos del campo y cuál será la respuesta del sector de gran consumo.