El cambio de gobierno del Banco de Japón (BoJ) y de la política monetaria japonesa en manos de Kazuo Ueda desde el pasado mes de abril puede tener consecuencias directas en el conjunto de mercados financieros a nivel mundial.
Pioneros en la expansión cuantitativa
Desde la crisis financiera japonesa, a finales de los años 90, su máxima entidad bancaria comenzó a aplicar una política monetaria caracterizada por los tipos de interés cero o incluso negativos. Además, a partir del año 2010, inició varios programas conocidos como expansión cuantitativa de su balance.
Este mecanismo, que no tardó en ser asimilado por la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) y el Banco Central Europeo (BCE), consiste en comprar deuda soberana para que el Estado pueda combatir el déficit y seguir financiando el gasto público.
En definitiva, se trata de una inyección de capital a las arcas públicas que no está respaldada por la inversión privada, poniendo en circulación grandes volúmenes de dinero que antes no existían. En el caso del país del sol naciente, pionero en esta política monetaria, el Banco de Japón llegó a acumular el 40% de la deuda pública japonesa en su propio balance.
Consecuencias adversas de la expansión cuantitativa de la política monetaria japonesa
Estas políticas han permitido a Japón y al resto de principales potencias mundiales sostener un gasto público y mantener a flote gran parte de la actividad económica. Sin embargo, alterar de forma artificial el mercado de deuda pública tiene consecuencias.
En el caso de Japón, su mercado de deuda comenzó a tener serios problemas de liquidez. Además, el aplanamiento de la curva de tipos de interés terminó por anular la rentabilidad de los fondos de pensiones ofrecidos por las aseguradoras y las entidades bancarias, los cuales se basan en la inversión en deuda a largo plazo.
Por otra parte, los tipos de interés negativos, en comparación con los de otros bancos centrales, han traído consigo la fuerte depreciación del yen. Esto se suma a que la aparente ventaja competitiva en las exportaciones no ha logrado compensar el efecto adverso sobre las importaciones que este tipo de políticas suelen conllevar.
Finalmente, no se puede obviar que la impresión indiscriminada de billetes provoca un efecto inflacionista. En una época de depresión económica, como la crisis financiera de 2008, este efecto no se manifiesta debido a la concurrencia de otros factores deflacionistas.
Pero en los últimos 24 meses se ha generado un movimiento inflacionista, que ni siquiera Japón ha podido ignorar, con una inflación que se situó en el 4,3% en enero de este año.
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Control de la rentabilidad en la política monetaria japonesa
Con el propósito de revertir los efectos no deseados de la política monetaria de expansión cuantitativa, el Banco de Japón se propuso controlar la curva de rentabilidades. Para ello, desde 2018, adoptó una estrategia de adquisición y venta de bonos con unos objetivos de rentabilidad en lugar de volumen.
No obstante, aunque se logró alcanzar unas condiciones financieras algo más favorables para los fondos de pensiones, el resto de indicadores económicos han seguido reflejando fuertes divergencias.
Incertidumbre por el cambio en la política monetaria del gobierno en el Banco de Japón
La mencionada llegada del gobernador Kazuo Ueda plantea un escenario de incertidumbre en el mercado financiero global. Conviene tener presente que Japón no solo es la tercera economía a nivel mundial, también es el mayor protagonista del mercado de deuda pública.
Principal deudor y acreedor mundial
Actualmente Japón tiene un ratio de endeudamiento superior al 200% de su PIB, lo que lo convierte en el mayor deudor del mundo. Semejante nivel de deuda ha sido posible gracias a que el BoJ ha mantenido los tipos de interés en terreno negativo o próximo a cero durante décadas, comprando la mayor parte de la deuda soberana del estado.
La posible subida de tipos de interés podría provocar una gran tensión financiera en un país que no ha logrado registrar superávit primario en más de 20 años. Además, la previsible contracción de su PIB acarrearía una reducción de las importaciones, perjudicando al resto de socios comerciales.
A esto hay que sumar la coyuntura de que los inversores y ahorradores japoneses atesoran la mayor parte de la deuda del resto del mundo. Esto es debido a que, en ausencia de rentabilidad de la deuda nacional, el ahorro se ha destinado a la compra de la deuda soberana de otros países.
El resultado es que Japón atesora más de 1 billón de dólares de deuda pública emitida por los Estados Unidos, teniendo también una fuerte presencia en el balance de importantes economías como:
- 10% de la deuda de Países Bajos
- 10% de la deuda de Australia
- 8% de la deuda de Nueva Zelanda
- 7% de la deuda de Brasil
Si los bonos japoneses comenzaran a ofrecer más rentabilidad, es factible que los ahorradores nacionales se desprendieran de parte de sus activos de deuda extranjera para comprar deuda japonesa, causando una presión bajista en el mercado internacional.
En definitiva, no es de extrañar que analistas de todo el mundo estén pendientes de las próximas decisiones por parte del BoJ. Tan solo cabe esperar que estas se tomen con la mayor prudencia posible.