De acuerdo con las estimaciones del sistema de información de incendios forestales europeos (EFFIS), este año se ha convertido en el peor del siglo en lo que se refiere a incendios forestales.
200.000 hectáreas de bosques calcinadas
Durante los primeros siete meses del año, la superficie quemada ha superado las 200.000 hectáreas. Esta cifra supera a la alcanzada en todo 2012, el peor año desde que se cuenta con registros. Concretamente, el incendio en el municipio zamorano de Losacio, con 30.000 hectáreas quemadas, ha sido el peor en los últimos 20 años.
La ola de calor, acontecida durante el mes de junio, provocó incendios en un total de 23 provincias. Sin embargo, el peor escenario fue el vivido con la segunda ola de calor en el mes de agosto, responsable de más de la mitad de la superficie calcinada en lo que va de año.
Crecimiento de las emisiones de CO₂ por incendios forestales
El informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha señalado que los incendios forestales suponen hasta un tercio de las emisiones de carbono de los ecosistemas globales.
No en vano, y de acuerdo con el último informe del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS, por su sigla en inglés), las emisiones provocadas por los incendios forestales en la Unión Europea y Reino Unido, durante los meses de junio y agosto, han alcanzado las 6,4 megatoneladas de CO2.
Particularmente, los incendios en la península ibérica y Francia han sido, en gran parte, los protagonistas de esta situación.
Mal estado de conservación de los bosques
La despoblación de las zonas rurales y, especialmente, el abandono de las actividades agrícolas y silvícolas ha supuesto una peligrosa combinación de factores. Si a esto unimos las altas temperaturas, ligadas al cambio climático, el riesgo de megaincendios o incendios de sexta generación se ha incrementado exponencialmente.
Por un lado, el mantenimiento del terreno forestal es deficitario, lo cual incrementa las probabilidades de incendios. La ausencia de cortafuegos y el deterioro de los caminos forestales e hidrantes son perfectos ejemplos de este abandono.
Por otro lado, el cese de las actividades agrícolas ha propiciado el crecimiento de la superficie forestal. Actualmente, la producción de madera crece a un ritmo de 50 millones de m3 al año. El retroceso de los cultivos y los pastos con garrigas ha dado paso al bosque, cuyo crecimiento descontrolado plantea un escenario de riesgo.
En muchos casos, se trata de terreno forestal enfermo, que sufre la ausencia de agua y las frecuentes olas de calor extremo. La falta de equilibrio en estos ecosistemas los hace vulnerables frente a plagas forestales, que merman su capacidad para enfrentarse al fuego.
Los temporales durante la época invernal arrancan las ramas de la vegetación enferma, lo cual termina transformando el sotobosque en una leñera a la espera de una chispa que desate un incendio.
Modelos de protección obsoletos y alternativas para cuidar los bosques
Los modelos de protección imperantes se basan en la restricción y prohibición del uso de los recursos forestales, con el consiguiente abandono de los mismos. Los resultados obtenidos son cuestionables, debido a la vulnerabilidad que provocan en el ecosistema. La mitad de la superficie forestal nacional es espacio protegido. Se trata de 13 millones de hectáreas que no solo deben protegerse, sino conservarse adecuadamente.
La alternativa consiste en apostar por el aprovechamiento sostenible, que compatibilice la explotación forestal con la conservación de la biodiversidad. La tala selectiva, la retirada de leña, así como la producción de biomasa forestal son prácticas que permiten rentabilizar los recursos sin propiciar la deforestación. Además, estas técnicas de aprovechamiento suponen el saneamiento de los bosques y la prevención de los grandes incendios.
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Necesidad de un plan de regeneración forestal
España cuenta con un valioso patrimonio forestal, tan solo superado en Europa por Suecia. En este sentido, se necesita un plan de regeneración que garantice su correcta conservación y explotación sostenible.
- En primer lugar, es imperativo abordar el saneamiento del ecosistema, favoreciendo la diversidad y resiliencia de los bosques frente al cambio climático.
- Además, es necesario incentivar el desarrollo de superficies forestales mixtas, con la presencia de campos y pastizales de ganadería, así como terrenos de cultivos. Estos terrenos no solo impulsan la biodiversidad, también son clave en su faceta de cortafuegos.
Finalmente, no hay que olvidar que el bosque constituye uno de los mejores recursos para combatir el cambio climático. Previene la desertificación y la erosión del suelo, contribuye a la producción de oxígeno y absorción de CO2, y garantiza un buen funcionamiento del ciclo hídrico.