De acuerdo con los recientes datos publicados por la Nortw-wester European Potato Growers (NEPG), agrupación de productores de patata de Países Bajos, Bélgica, Alemania y Francia, la producción de este tubérculo caerá entre un 7% y un 11% durante la presente campaña.
La producción estimada ronda entre 20 y 21 millones de toneladas, insuficiente para que muchos productores puedan cumplir con los contratos previstos. Todo ello a pesar de que la superficie dedicada a la patata en dicha zona se ha visto incrementada un 3,2% en el último año hasta alcanzar las 510.938 hectáreas.
Se trata de un ejemplo que puede extrapolarse a buena parte del sector agrícola en toda Europa, incluida España.
Bajo rendimiento productivo del sector de la patata
Uno de los principales motivos de esta mala cosecha es la sequía. A pesar de que las previsiones meteorológicas de la primavera auguraban una buena campaña 2021-22, la climatología de este pasado verano se ha mostrado seca y calurosa. Esto ha empeorado la calidad del producto, con patatas más pequeñas, y ha dificultado su almacenamiento.
Los resultados de la campaña variarán entre países, con Francia a la cabeza de los más perjudicados. De hecho, la Agrupación de Productores de Patata de Francia (UNPT) estima que se va a recoger la peor cosecha desde el año 2000.
Concretamente, se espera una caída del 20% en el rendimiento de las parcelas dedicadas a la patata en comparación con la media de los últimos veinte años. Esto se podría traducir en 1,5 millones de toneladas de producción perdida. Además, en el caso de las patatas de secano, la caída podría alcanzar el 30% con casos de hasta el 50%.
Durante la campaña 2018-19 se optó por introducir patatas procedentes de otros países europeos, con especial protagonismo de Polonia. Sin embargo, los procesadores no podrán contar con patatas de estos países durante la presente cosecha.
Por su parte, en España, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) ya advirtió en primavera del peligro de una prolongada sequía. No en vano, los últimos doce meses se han caracterizado por un reducido volumen de precipitaciones, unido a las altas temperaturas. Sin ir más lejos, el mes de enero registró la temperatura máxima más elevada desde 1961.
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Costes de energía y producción
Los elevados costes de la energía, el gasóleo, la fertilización y el riego están sometiendo al sector a una fuerte presión financiera.
La galopante inflación del último semestre ha vuelto inviables los contratos firmados a principios de año. Actualmente, los precios de dichos contratos no permiten cubrir la inversión necesaria para sacar adelante las cosechas.
Conviene recordar que toda la estructura de costes del sector está interrelacionada. Los precios de la energía, agravados por el conflicto entre Ucrania y Rusia, afectan tanto al transporte de mercancías como a la producción.
Especialmente preocupante es el encarecimiento de los fertilizantes, muy dependientes del precio del gas. Conviene recordar que la cotización de estos fertilizantes está indexada al precio del gas, el cual supone el 90% del coste de producción.
En esta línea, la actual política europea, que aspira a reducir las emisiones de carbono, supone una dificultad añadida a la hora de recuperar la producción de fertilizantes a niveles económicamente sostenibles.
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Por último, a las previsibles pérdidas de este año, hay que añadir además la incertidumbre sobre qué producto sembrar en la primavera de 2023, con muchos productores planteándose cultivos alternativos.
Medidas correctivas para apoyar al sector de la patata
Entre las medidas solicitadas, la UNPT ha solicitado la flexibilización de los volúmenes no entregados a los productores. También la puesta en marcha de ayudas excepcionales por parte del estado para apoyar financieramente al sector.
Por otro lado, la Comisión Europea propuso, el pasado mes de julio, la suspensión de los aranceles a los insumos utilizados para la producción de fertilizantes nitrogenados.
