La crisis ambiental provocada por el vertido de pellets de plástico no solo radica en su impacto ambiental inmediato, sino también en las implicaciones a largo plazo para la legislación europea sobre microplásticos y la gestión de residuos marinos.
El origen de este desastre se remonta al 8 de diciembre, cuando el buque portacontenedores Toconao, bajo bandera de Liberia, perdió seis contenedores en el mar frente a las costas de Portugal durante su ruta hacia el puerto neerlandés de Rotterdam. Al menos uno de estos contenedores estaba cargado con mil sacos de pellets de plástico, sumando un total de 25 toneladas de este material. Los primeros avistamientos en tierra ocurrieron el 13 de diciembre en las playas de Corrubedo, en Galicia, marcando el inicio de una crisis ambiental que se extendería por la costa norte española.
La llamada «marea blanca» ha encendido el debate sobre la necesidad de una acción más decidida por parte de las autoridades europeas y nacionales, así como sobre la urgencia de revisar y fortalecer la legislación contra la contaminación por microplásticos.
Impacto ambiental y económico de la “marea blanca”
La dispersión de estos microplásticos no se limita a Galicia. Las corrientes marinas han llevado los pellets hacia el norte, amenazando con expandirse aún más con el cambio de las corrientes estacionales. Es por esto que el impacto ambiental es preocupante.
Los pellets, al ser ingeridos por la fauna marina, pueden causar bloqueos intestinales, intoxicación química y, en última instancia, la muerte de los animales. Esta contaminación afecta a toda la cadena alimentaria, desde pequeños invertebrados hasta peces y aves marinas, comprometiendo la biodiversidad de los ecosistemas afectados.
Además, la presencia de estos microplásticos en las playas y en el mar plantea un riesgo para las especies endémicas y protegidas, debido a la alteración de su hábitat.
Desde una perspectiva económica, el vertido tiene implicaciones directas para la industria pesquera y el turismo. La contaminación por pellets puede disminuir la calidad y la seguridad de los productos pesqueros. Esto reduce la confianza del consumidor y, por ende, la viabilidad económica de los pescadores.
El turismo, igualmente, puede verse perjudicado por el deterioro de la belleza natural de las playas. Esto disuade a los turistas y afecta a negocios locales, que dependen de la afluencia de visitantes foráneos.
Gestión de la crisis y medidas de contención
La gestión de la crisis provocada por el vertido ha requerido una respuesta coordinada tanto de las autoridades locales como europeas. Las autoridades locales en las regiones afectadas han iniciado operaciones de limpieza en las playas, con voluntarios y equipos especializados trabajando para recoger los microplásticos dispersos a lo largo de la costa.
Como veremos a continuación, a nivel europeo, la crisis ha impulsado un debate sobre la necesidad de fortalecer la legislación existente para prevenir la contaminación por microplásticos.
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Respuesta de la Unión Europea y legislación ante la “marea blanca”
Este incidente ha reavivado el debate sobre una propuesta legislativa presentada por la Comisión Europea el pasado mes de octubre. Dicha norma tiene como objetivo prevenir la contaminación por microplásticos, incluyendo los pellets, a través de la pérdida no intencionada en todas las etapas de la cadena de suministro.
Sin embargo, el texto original de la propuesta no contemplaba controles específicos para el transporte marítimo de estos materiales, debido a que se trata de una competencia de la Organización Marítima Internacional (OMI). Se trata de un vacío legal que, de no ser abordado, podría dejar sin efecto cualquier medida preventiva ante futuros vertidos.
Ante la presión por parte del Parlamento Europeo, la Comisión Europea ha mostrado su disposición a estudiar la inclusión de una distinción entre el transporte marítimo «intraeuropeo» y el «puramente internacional».
Además, la Comisión Europea está considerando la implementación de sistemas de alerta temprana y la mejora de los protocolos de respuesta ante emergencias, para actuar de manera más efectiva en caso de vertidos.
La Unión Europea se encuentra ante el reto de equilibrar la necesidad de proteger sus ecosistemas marinos con la carga administrativa que implican nuevas regulaciones.
De acuerdo con un informe publicado en 2018 por OSPAR (Convención para la Protección del Medio Ambiente Marino del Atlántico del Nordeste), cada año se vierten al mar entre 16.888 y 16.431 toneladas de precursores plásticos en forma de pellet, escama o polvo. Por su parte, la Comisión Europea estimó en 2019 que el vertido en territorio europeo anual se sitúa entre 52.140 y 184.290 toneladas.
Este es un problema global, cuya resolución requiere de una voluntad conjunta por parte de las instituciones europeas e internacionales.