El sector hortofrutícola europeo se caracteriza por una fuerte polarización en lo que se refiere a las zonas de cultivo y volumen de producción.
Según las estadísticas del Eurostat, la producción y comercialización de la mayor parte de frutas y verduras tiene lugar en un número muy reducido de países de la UE. Así, Rumanía, Polonia y España cuentan con el 22%, 15% y 12% de las explotaciones de verduras, así como el 18%, 12% y 16% de las explotaciones de frutas; mientras que otros 15 países apenas disponen del 1% de éstas.
Por otro lado, Italia, España y Polonia acaparan cerca de la mitad de los más de 2 millones de hectáreas de cultivo de verdura, así como dos tercios de la superficie destinada a la fruta, con una clara predominancia de España, que acumula más del 38%.
No obstante, las granjas y explotaciones de menos de 1 hectárea representan casi el 80% de todo el conjunto de explotaciones hortofrutícolas, lo que pone de manifiesto la pronunciada atomización del sector.
En tercer lugar, más de la mitad de los cultivos de vegetales de carácter orgánico se encuentran en Polonia, Francia e Italia, seguidos de Alemania y España.
De nuevo, España destaca llamativamente en el área de los cultivos de fruta orgánica, acaparando el 36% del área total cultivada.
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Finalmente, cabe destacar que la producción hortofrutícola europea tiene un valor de mercado de alrededor de 52.000 millones de euros, con España e Italia reuniendo el 21% y el 19% de esta facturación, seguidas de Francia, Alemania y Polonia.
Como se ha podido constatar, cuando hablamos de resto del sector europeo de las frutas y verduras, estamos hablando de los desafíos asumidos por un pequeño puñado de países, entre los que destaca España como uno los grandes protagonistas.
Consecuencias derivadas de la incertidumbre del Brexit
Para poder valorar en su justa medida el impacto del Brexit sobre el sector hortofrutícola europeo, es necesario comprender la fuerte asimetría de los intercambios comerciales entre Reino Unido y el resto de los países de la UE.
Las islas británicas son el tercer destinatario de las frutas y verduras producidas en Europa. La escasa capacidad de producción interna genera una fuerte dependencia de las importaciones, de las cuales el 55% provienen de la UE.
El valor económico de dicho comercio interno dentro la UE supera los 3.600 millones de euros, lo cual representa alrededor del 10% del comercio de alimentos frescos.
Este mercado está concentrado en 5 países, de entre los que destaca España con el 45% de las mercancías suministradas, seguida de Holanda, Francia, Alemania e Irlanda.
De acuerdo con el informe “Impact of Brexit on the European fruit and vegetable industry”, publicado por Freshel en 2017, éstos son algunos de los principales desafíos para el sector hortofrutícola, como consecuencia del Brexit:
- Necesidad de un rápido establecimiento del nuevo régimen aduanero, para permitir que los operadores calculen el impacto del mismo antes de llevar a cabo los nuevos contratos comerciales, conforme los que están vigentes vayan venciendo.
- Establecimiento y asimilación de los nuevos procedimientos de control fronterizo del intercambio de mercancías.
- Peligro de creación de cuellos de botella en los puertos comerciales de Dover y Rotterdam, así como la conexión Eurostar, que podría dar lugar a retrasos y el consiguiente deterioro de la calidad de las mercancías.
- Posible interrupción del proceso de armonización de la infraestructura digitalizada de las operaciones comerciales, incluyendo la transmisión electrónica de certificados fitosanitarios.
- Posible pérdida de competitividad frente a países extranjeros, como consecuencia de cambios regulatorios en Reino Unido, menos exigentes respecto a la calidad y salubridad de los alimentos.
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Veto ruso
De acuerdo con las estimaciones de la MAPAMA (Ministerio de Agricultura, Alimentación, Pesca y Medio Ambiente de España), el veto ruso a los productos agrícolas ha requerido un gasto complementario dentro del presupuesto europeo de alrededor de 440 millones de euros.
La actuación de la Comisión Europea frente a esta crisis comercial iniciada en el año 2014 ha sido objeto de duras críticas por parte de representantes del sector.
Uno de los países más afectados por el veto comercial ha sido España.
Según las cifras del MAPAMA, tan sólo el año pasado, España retiró del mercado un total de 40.000 toneladas de frutas y hortalizas para estimular la recuperación de los precios. Las mercancías retiradas se destinaron a los bancos de alimentos.
El exceso de producción se lleva repitiendo en sucesivos veranos debido a un problema estructural del sector, incapaz de dar salida a las mercancías.
Competencia de terceros países
Por último, la competencia externa continúa siendo uno de los focos de atención para el sector hortofrutícola europeo.
Como ya he ejemplificado en el apartado del Brexit, las notables diferencias con otros países en lo referente a la regulación sanitaria siempre ha sido un factor de preocupación a la hora de estimar el nivel de competitividad del sector, frente a la globalización de la economía.
En este sentido, el mercado interno está fuertemente protegido, debido a que ningún operador extranjero puede hacer llegar frutas o verduras a Europa sin cumplir con las exigencias normativas. Las exportaciones, sin embargo, sí pueden plantear retos que deben ser sopesados.
El coste de la mano de obra también ha estado sobre la mesa en múltiples ocasiones. Sin embargo, el verdadero indicador a tener en cuenta es el índice de productividad, en el cual la UE continúa liderando el mercado mundial.
La UE. es el primer importador y el segundo exportador mundial de frutas y verduras, por lo que representa uno de los mercados más relevantes del planeta. Sin duda, el 2019 va a ser un año de gran incertidumbre en el que quizá asistamos a la resolución de algunos importantes dilemas y conflictos comerciales. En su defecto, el sector necesitará una reestructuración urgente, así como la búsqueda de nuevas vías de comercialización de la producción.