Mali
La economía maliense se basa en la agricultura y la minería. Es el segundo mayor productor de algodón en África después de Burkina Faso, si bien el oro representó el 70% del total de las exportaciones en 2016. La situación interna se organiza principalmente en torno al sector agrícola, que representa una cuota considerable del empleo. La inestabilidad política es importante y genera ciclos de auge y caída que impiden una reducción decisiva en la proporción de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza. Además, las iniciativas de reparto de tierras entre pastores y agricultores es una fuente de conflictos recurrentes y violentos. Un estado débil significa que el país sigue siendo vulnerable a la influencia extranjera (Estado Islámico).
Sin embargo, la situación económica ha mejorado en estos últimos años y el crecimiento se ha estabilizado a un nivel más alto (+5,8% de media durante los últimos cinco años). Esto, a su vez, ha contribuido a estabilizar la deuda pública al 38% del PIB en 2019 bajo las directrices del FMI (la deuda exterior representa el 28,2% del PIB), con un déficit fiscal del -3% del PIB. El déficit por cuenta corriente sigue siendo bastante significativo (-7,8% del PIB en 2019), pero la liquidez en moneda extranjera se mantiene en unos niveles controlables (reservas de divisas con una cobertura de las importaciones de 4,3 meses). Además, el crecimiento del crédito interno sigue estando controlado y la ratio de exportaciones/deuda externa se mantiene a un nivel saneado del 116%.
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