Nueva Zelanda
Se pronostica una desaceleración del crecimiento económico si bien manteniéndose en un rango confortable en 2018 (+2,5%/+3%). El endurecimiento de las condiciones de financiación, el escaso crecimiento de la productividad y las restricciones de capacidad actuarían como un lastre. La capacidad de recuperación se derivará de un entorno externo más favorable con unos mejores precios de los productos básicos y una mejora gradual de la demanda externa. La demanda interna debería mantenerse firme. Entre los motivos que justifican esta afirmación se incluyen el robusto mercado laboral y unos mayores ingresos de las economías domésticas que respaldan un aumento del consumo privado. Al mismo tiempo, la política fiscal debería ser más expansiva.
En el ámbito doméstico, los riesgos incluyen el elevado endeudamiento de los hogares (167,5% de la renta disponible) combinado con un ajuste de los precios inmobiliarios que dificultan la demanda. Entre los retos externos cabe citar unas condiciones crediticias más estrictas, que podrían desacelerar la entrada de inversiones, la menor demanda de China y la degradación de presiones sobre los precios de los productos lácteos a la par con la intensificación de la competencia.
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